Caballo de Troya 8 (Fragmento)

 

Caballo de Troya 8



(copiamos este fragmento por la dulzura de las expresiones, que ayudarán a reflexionar más allá de la historia contada en estos libros)


 Enlace para descargarlos: Caballo de Troya



Fueron veintitrés «visiones» del Padre, y del mundo, que me hicieron pensar y cambiar el rumbo de mi alma. Fue la «chispa», naturalmente, la que me habló…

He aquí dichas frases, en el orden en que fueron escritas sobre las viejas tablas de agba:


«Dios no está para ayudar.»

​Y el Maestro insistió en la inutilidad de solicitar favores materiales, y lamentó que los seres humanos se ​acuerden del Padre, única y exclusivamente, cuando «truena»... La «chispa», lo dijo, tiene cometidos ​mucho más importantes...


​«Morir es cuestión de tiempo. Vivir es lo contrario.»

​​Los esclavos del tiempo —eso creí entender— viven para morir.


​«El miedo, desde este momento, es cosa del pasado.»

​Si el Padre regala, ¿por qué temer? Los que odian sólo tienen miedo. ¿Y qué es el odio?: amnesia. El que ​odia no «recuerda» que fue imaginado por el Áhab, por el Amor. Miedo y odio —dijo— no tienen ​posibilidad en su «reino». Hay que hacerse a la idea...


​«Vive más el que sueña.»

​Y me invitó a que aprendiera del alma de las mujeres. Ellas practican, mejor que los hombres, el arte de la ​intuición. Soñar sólo es eso: caminar un paso por delante de la razón. Y dijo más: en lo más recóndito, y ​escondido, de Dios «vive» lo femenino, el Gran Espíritu. 


​«No busques la verdad, porque podrías hallarla.»

​Deja la «luz» para cuando seas «luz». Deja lo sublime para el «no tiempo». El Padre —insistió— quiere ​que seamos santos, o perfectos, pero mañana. Hoy es suficiente con «renacer»...


​«¿Desde cuándo la muerte forma parte de la vida?»

​El Padre regala inmortalidad (vida). ¿Por qué nos empeñamos en confundir el puente con el río? ¿Quién ​termina desembocando en la mar, en el Amor: el puente, o las aguas de la vida


​«La verdad no grita. Susurra. . . »

​La verdad es tan incomprensible para nuestra limitada naturaleza humana que, ahora,

sólo conviene ​susurrarla. Y matizó: «Susurro interior, claro... »


​«Es mejor hablar con los ojos.»

​Después de todo, es el «te quiero» más veloz.


​«No juzgues, aunque tengas razón.»

​En la tabla de tola dibujó también la letra hebrea vav, que simboliza al hombre. Y reiteró: cada cual se ​limita a dar cumplida cuenta de su tikkún, su misión en la vida. Ni siquiera cuando seas espíritu deberás ​juzgar. Ni siquiera los Dioses lo hacen...


​«Si descubres que vas a morir, continúa con lo que tienes entre manos.»

​No estamos en la vida para arrepentirnos, y mucho menos para pedir perdón a Dios. Los hijos deben ​caminar con seguridad y confianza, no con temor. Nadie tiene capacidad para ofender al Áhab. Ni ​siquiera los propios Dioses (y volvió a utilizar la mayúscula).


​«Lo más hermoso está siempre por suceder.»

​Según entendí, ése es el gran secreto del Padre: experto en sorpresas, experto en cocinar el día a día (con ​amor). Y añadió: «Lo mejor que te ha ocurrido en la vida sólo es una abreviatura de lo que Él te reserva.» ​

​«La lucidez obnubila.»

​Cuanta más claridad mental (se refirió a claridad del alma), más lejos de la razón y más cerca del Áhab. Y ​lo desmenuzó como si fuera el alimento de un bebé (en realidad, lo era): cuanto más próximo a la nitzutz, ​cuanto más consciente de la presencia divina en tu interior, más huidiza y breve te resultará la realidad…


​«Dios no duda, eso es cosa nuestra.»

​La ley básica de la imperfección es la duda. Sólo el Padre acierta. Por eso no podemos

comprenderlo ​(ahora). Es la duda la que impulsa a caminar, no la certeza. Por eso Dios no se mueve. Nosotros, algún ​día, tampoco dudaremos. Jesús de Nazaret fue un «atajo», pero muy pocos llegan a descubrirlo.

«Cuando comprendas, tendrás que decir adiós.»

​​Y lo representó con la iod, la letra hebrea que simboliza a Dios como «Ab-ba (Papá), y como origen del ​Áhab. Ese «despertar» nunca podrá ser en vida. «Comprenderemos» cuando sólo seamos «interior»...

​Será la gran «despedida» de nosotros mismos.


​«Dios no lucha, pero gana.»

​Es el Gran Brujo, que dispone el final, antes que el principio. Si conociéramos el secreto del Padre, ​estaríamos por encima de Él. Y afirmó, rotundo: «Alguien lo está... Por eso gana, sin necesidad de ​pelear.»


​«Si tu dios pregunta, mal asunto.»

​Escribió dios con minúscula (abba). Y explicó: las preguntas son propias de las criaturas del tiempo y del ​espacio. En la perfección, en el «reino» de Ab-ba todo «es». Sólo la

imperfección está capacitada para ​interrogar. No debemos confundir dioses con Dioses.


​«La sabiduría es una actitud.»

​La auténtica, la que nace de la nitzutz, o fracción divina, es una forma de comportarse. Cuanto más sabio, ​más tolerante. Cuanto más sabio, más abrazo. Cuanto más sabio, más fluido. Cuanta más sabiduría, más ​amante. Cuanto más sabio, más intuitivo. Cuanto más sabio, más enemigos...


​«Dios No pide nada a cambio. No lo necesita.»

​No hagáis caso de los hombres—proclamó—. Él, el Padre, está en cada uno de vosotros. Él concede ​antes de que puedas abrir los labios, y susurra de por vida. Él no perdona, porque no hay nada que ​perdonar.

Él sabe, aunque tú no sepas. Él tiene, porque da. ¿Qué puede solicitar el Amor del amor? Me ​hizo un guiño, y aclaró: «Sólo que despiertes.» E insistió, e insistió, e insistió: somos inmortales por ​naturaleza. Él ya lo ha dado todo. Algún día, cuando finalice nuestro tikkún, la felicidad nos ahogará... «A ​eso he venido, querido mal’ak: para recordaros que no hay condiciones...»


​«La duda no es mal comienzo.»

​Ejercitarla es alimentar al alma. Dudar es el estado natural del hombre. Así ha sido dispuesto por los que ​no dudan. El que aprende a dudar respeta. El que duda desempolva su corazón. El que practica la duda ​multiplica. El que duda admite sus errores y, sobre todo, los de los demás. La duda, entonces, nos hará ​valiosos. La duda es un truco de la divinidad: cuantas más dudas, más recorrido.

Dudar es el pacto ​obligado con la «chispa». Si el alma no dudara, ¿cómo podría crecer? La duda embellece porque nos hace ​más humanos.

Dudamos porque vivimos. Dudamos porque buscamos. La duda es la mejor protección ​contra fanáticos, salvadores y ladrones de voluntades.


​«El que adora se asoma a Dios.»

​O lo que es lo mismo: el que adora se asoma a la nitzutz. Adorar es descubrir que «viajamos» juntos. Se ​trata de la máxima expresión de la inteligencia humana. Sólo adoran los sabios; es decir, los que han ​«despertado», los que no dudan en empezar de nuevo, constantemente. Sólo adoran los que empiezan a ​saber algo de sí mismos...

​Y comprendí: yo jamás había adorado a Dios. Confundí al Padre con la religión.

​Adorar, en realidad, es un simple y bellísimo gesto de gratitud. Es lo menos que se debe ofrecer al que ​nos ha imaginado. Entonces, al arrodillar el alma, Él te levanta a la altura de sus ojos. Jamás, como ​criatura humana, podrás estar tan próxima al poder y a la fuerza. Es el instante sagrado que bauticé, ​acertadamente, como «principio Omega». Al adorar, al abandonarse a la voluntad del Padre, el alma entra ​en la edad de oro.

Y repitió: la creación se enciende a nuestro favor. Ya nada es lo mismo. La primitiva ​criatura humana se ha declarado amiga del Número Uno. ¿A qué más puede aspirar un Dios?

«El que escucha, habla doblemente.»

​​De eso doy fe. Nada de cuanto he escrito habría sido posible si no hubiera prestado atención a su palabra. ​Su presencia fue insustituible, y su mensaje, eterno. Yo, ahora, hablo doblemente, por su infinita misericordia. Hablo para mí, y para los que tienen que llegar. Nada de lo que contiene este apresurado ​diario es lo que parece. Es mucho más. Es el «doble».

​Como repetía el Maestro: quien tenga oídos, que oiga. »


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