Círculo de sanación: Simbología

 


SIMBOLOGÍA DEL CÍRCULO

Un círculo se cierra sobre sí mismo, y por ello representa la unidad, lo absoluto, la perfección. Es símbolo del cielo en relación con la tierra, de lo espiritual en relación con lo material. Por ello se le relaciona con la “protección” y, así, tenemos los círculos mágicos, los anillos de poder, las coronas reales o los cinturones que nos hacen invisibles.


Si bien el círculo representa el cielo, lo celestial, Dios o el alma, se usa en lo terrenal como representación de la perfección de Dios en la tierra, de su manifestación arquetípica en la materia.


Todas las culturas que han existido en nuestra historia nos han legado su experiencia más íntima a través del lenguaje simbólico. Relacionarse con el mundo espiritual, y sintetizar esa mística relación con la vida a través del símbolo, es fundamental para el encuentro entre lo divino y lo humano.


Un símbolo es la expresión -bajo la forma de una imagen- de una idea o concepto, emoción o sentimiento espiritual, signo eterno de nuestra humanidad y de nuestra pertenencia a un todo sagrado mayor que nosotros mismos.


De esta manera, para simbolizar un círculo que protege a algo o a alguien, dibujamos este mismo círculo con un punto en su centro, el cual representa la individualidad, el ser, el alma –según Carl Jung-. Es el símbolo del oro en la Alquimia, y del Tao, el poder supremo en el Taoísmo. El Círculo es un punto extendido.


La redondez es sagrada por ser la forma más natural. Es la forma que contiene a las demás formas, el “Huevo Cósmico”, la eternidad.


El círculo se ha usado en ritos de diversa índole como estabilizador, cohesionador del alma y cuerpo, protector, unificador, sellador (…) de ahí el uso de cordones de defensa alrededor de ciudades, templos y tumbas; el uso de sortijas, anillos, collares, cinturones (…) como elemento talismánico, de unión –matrimonio– y de poder sobrenatural, así como los escudos y brazaletes de los guerreros como su elemento protector.


El Círculo representa el poder masculino en su lectura subjetiva, la chispa de la vida, pero en su lectura más objetiva representa el poder de lo femenino, receptivo, la matriz de la Creación. Por ello es la divinidad manifestada, cuya creación se regula y se ordena, el Alfa y el Omega del Cristianismo.


Coincide asimismo con la naturaleza hombre-mujer del ser humano, en la que arquetípicamente el hombre ha representado la protección –padre-, el portador de la corona –rey-, la chispa de la vida –simiente-, y la mujer representa el acogimiento y el hogar –madre-, la receptividad, matriz o base –útero y óvulo-, y en la que mejor se representa el círculo por sus redondeces físicas, siendo en sí misma un reflejo de La Tierra -que nos acoge a nosotros como una Gran Madre- acogiendo también en algún momento de su existencia una o varias vidas en su interior.


 "Con constancia y paciencia se avanza cada día en el resurgir de una nueva era".

Los hijos y las Hijas del Amor.

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