Cómo hablar de la muerte a los niños


 

Aprender a morir es aprender a vivir.

Hablar de la muerte es hablar de la vida; y viceversa. Una conversación sencilla, permite plantear cuestiones, compartir puntos de vista y así, tomar consciencia. Y de esta forma familiarizarnos con un proceso mas de nuestra vida.

Hablaremos de nuestras impresiones personales y de nuestras vivencias, comprenderemos un poco el proceso que se vive en la muerte y como derribar el tabú que la rodea. Ampliando nuestros recursos para sobrellevar el duelo de la perdida.

“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos. Antonio Machado”

CUATRO CONCEPTOS CLAVE SOBRE LA MUERTE 

1. La muerte es universal. Todos los seres vivos mueren. 

2. La muerte es irreversible. Cuando morimos no volvemos a estar vivos nunca. 

3. Todas las funciones vitales terminan completamente en el momento de la muerte. Cuando morimos el cuerpo ya no funciona. 4

. Toda muerte tiene un porqué. Es necesario saber que existe una causa física por la que morimos, porque si no le damos una explicación de lo sucedido o no alcanzamos a comprenderlo, elaboraremos nuestra propia teoría de culpabilidad.

MUERTE EN NIÑOS:

Del bebé al niño de dos años La muerte sólo es una palabra. No hay comprensión cognitiva de su significado. Perciben la muerte como una ausencia. Sienten la no presencia de la persona fallecida, fundamentalmente si se trata de la figura de referencia (generalmente la madre). Perciben los cambios que se puedan producir en su entorno y sus rutinas como consecuencia del fallecimiento de un familiar. Son sensibles al estado de ánimo negativo que puedan experimentar sus cuidadores como consecuencia de la muerte de un ser querido

Los niños entre 3 y 6 años Creen que la muerte es temporal y reversible. El concepto de insensibilidad post mortem está todavía en construcción: creen que la persona puede seguir viva, y experimentar sentimientos y sensaciones una vez fallecida (pueden vernos, escucharnos, mirarnos). No creen que la muerte sea universal. Piensan que sus padres y ellos mismos no van a morir. Interpretan de forma literal cualquier explicación que les demos sobre la muerte. Si se les dice que alguien ha ido al cielo preguntarán cómo pueden ir ellos también.

Los niños entre los 6 y 10 años Saben que la muerte es definitiva e irreversible. Comprenden el concepto de insensibilidad post mortem. Comprenden la diferencia entre vivir y no vivir utilizando términos biológicos para referirse a la muerte: no hay pulso, se deja de respirar, se para el corazón. Saben que las personas mueren, pero que a ellos no les sucede. Hacia los 8 ó 9 años ya son capaces de comprender que ellos también se pueden morir. Pueden preguntarse si ellos tuvieron algo que ver en la muerte de su familiar y desarrollar sentimientos de culpa. Les inquieta que sus parientes puedan morir. Se preocupan mucho de que quienes les rodean se cuiden y no hagan cosas “peligrosas” o se enfermen. Preguntan sobre las ceremonias y las creencias religiosas. Desarrollan mucho interés por los ritos funerarios y pueden mostrar el deseo de participar en ellos. Hacia los 8 años un niño puede participar en las ceremonias de despedida si quiere. Es fundamental acompañarle y explicarle con antelación en qué consisten.

Los preadolescentes Comprenden el significado de la muerte en su totalidad y lo que implica: irreversible, universal y fin de las funciones vitales. Son plenamente conscientes de su propia mortalidad (y puede producirles mucha inquietud). Se muestran muy interesados sobre el más allá, así como por las creencias religiosas o culturales que rodean a la muerte. Pueden mostrarse inquisitivos y escépticos. Desean conocer más a fondo los ritos funerarios. Es aconsejable que participen en ellos. Tienen una mayor conciencia de los cambios que la muerte traerá a sus vidas y a su futuro. Es necesario tranquilizarles al respecto. Les cuesta mucho verbalizar lo que sienten y piensan sobre la muerte. Pueden sentirse abrumados al respecto. En ocasiones se muestran reacios a hablar. Es importante que respetemos su tiempo y nos mostremos cercanos y accesibles. También es fundamental darles seguridad sobre su propia vida. Hacerles ver que nosotros nos haremos cargo en lo posible de todo lo que necesiten. Les resulta de gran ayuda conocer nuestras propias experiencias de duelo y saber que se puede volver a llevar una vida normal aunque alguien a quien queramos fallezca.

Los adolescentes Tienen plena conciencia de lo que significa la muerte y pueden formarse una explicación completa, tanto desde una perspectiva biológica como filosófica, ideológica o religiosa. Comprenden las consecuencias existenciales de la muerte y teorizan sobre ella a medida que adquieren capacidades para el pensamiento formal y abstracto. El adolescente tiene plena comprensión de su propia muerte y puede fantasear sobre ella con mayor o menor angustia, dependiendo de cómo se encuentre emocionalmente. Pueden negar su propia mortalidad a través de conductas de riesgo y provocaciones, o bien mostrar ansiedades hipocondríacas ante los cambios corporales que van sufriendo. Ante la muerte de un familiar cercano pueden sentirse muy abrumados a consecuencia de la toma de conciencia que dicha pérdida va a suponer en sus vidas y en su futuro. Es importante integrar al adolescente en todos los ritos de despedida que vayan a tener lugar y ofrecerle la posibilidad de participar activamente en ellos. Los jóvenes necesitan sentirse parte activa de la familia, dar su opinión y ser tenidos en cuenta. Es necesario animar al adolescente a que retome su vida y sus relaciones sociales. Pasar tiempo con sus amigos puede serle de gran ayuda.



 ¿Qué ocurre detrás de nuestro fallecimiento?

LA VELA APAGADA, CUENTO DE JORGE BUCAY

El Alma

 "Con constancia y paciencia se avanza cada día en el resurgir de una nueva era".

Los hijos y las Hijas del Amor.

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